lunes, 8 de marzo de 2010

LAS OBRA DE LA GLORIETA DESTRUIR LO BUENO NO TIENE SENTIDO

LA GLORIETA DE CARAVACA, HOY, PLAZA DE LOS HORRORES.

Confirmado, por desgracia, una vez más. El pronunciamiento que CARALLUMA hizo ante el ayuntamiento y en los medios de comunicación locales hace ahora cuatro años en contra del proyecto de remodelación, o mejor dicho, de destrucción y transformación de La Corredera de Caravaca, era acertado; ahora, queda patente en unas improvisadas y nefastas obras que todavía no han concluido bien entrado el Jubilar 2010. En enero de 2006 alertábamos, en aquél documento publicado, sobre el estudio técnico propuesto por la constructora de la fallida “Ciudad Jubilar”, temiendo que el rebaje de desniveles provocara la eliminación de parte de las raíces de los árboles, igualmente, presagiábamos un desafortunado diseño propio de una plaza impersonal. También adelantábamos la pérdida irreparable de la identidad de la Corredera de la Vera Cruz, con su alameda desde el año 1599 y posteriormente concebida desde el siglo XIX como una Glorieta. Hasta hace no mucho tiempo era, para caravaqueños y visitantes, un paseo que conformaba una extraordinaria bóveda arbolada llena de frescura en verano que dirigía nuestros pasos y la mirada hacia un monumento histórico: El Templete; asimismo, corredor necesario que conectaba Caravaca –y por ello a los ciudadanos- con sus espacios naturales más inmediatos.



Hoy tenemos un espacio desolador, donde se han maltratado los árboles tanto en su parte aérea como subterránea, con arranque de una decena de árboles adultos, sustituidos por arbolado enfermo, descabezado en la copa, malformado y replantado muy por debajo del nivel de vivero. El recorte de raíces de árboles ha sido generalizado, siendo extremo en la palmera, ya que la eliminación de buena parte de su sistema radicular en forma de cabellera la hace inestable ante fuertes vientos. Al eliminar el parterre de tierra del arbolado, la colocación alineada de alcorques circulares deja mucho que desear, puesto que algún árbol queda escandalosamente descentrado del anillo metálico. Por otro lado, no era necesario el rebaje de La Glorieta para destacar el resto de monumentos religiosos, en sí misma era el eje histórico-artístico de la monumentalidad del entorno, ahora alterado gravemente.






Otro aspecto que nos preocupa es el de la seguridad de las personas, pues al dejar en un mismo nivel la zona de paseo y la carretera, un niño puede alcanzarla con extrema facilidad. Preocupante es, asimismo, el peligro de futuras inundaciones de la Iglesia de los Padres Carmelitas y viviendas lindantes a la calzada. Con un simple chaparrón de 30 l/m2 en media hora sobre sus 4420 m2 del paseo peatonal (sin contar los desagües de los tejados), tendría que evacuar la alcantarilla situada frente a la entrada de la iglesia 133 m3 , es decir, unos 74 l/sg., similar al caudal de la Fuente de Mayrena.






Mientras que en la avanzada y remodelada ciudad de Berlín han rescatado el antiguo carácter de glorieta de la Pariser Platz, nuestros dirigentes eliminan el único y vetusto paseo del casco urbano de la ciudad. Usando términos arquitectónicos de hoy, diríamos que nos han colocado una diáfana “plaza dura”, con árboles encanijados, sin los clásicos asientos de piedra y suelo oscuro, imposible en un clima como el nuestro; en verano nos enteraremos… Y por supuesto, nada de aprovechar las anteriores farolas sino otras nuevas de tipo baliza, como establece la globalización de estilos. Ni siquiera han conseguido el aspecto que pretendían de plaza, siempre horizontal, pues el suelo está en considerable pendiente, que afea su visión, entorpecida también por el desafortunado escalón frente a la Iglesia de La Concepción. Como resultado obtenemos una obra que no encontramos calificativos para definirla, tal vez, insulsa o anodina, pero ni eso, no dice nada al observador.


Por último, creemos inaudito el derroche y desperdicio de cerca de un millón de euros invertidos en la destrucción de nuestro patrimonio histórico-artístico y natural en estos tiempos que corren, que para algunas administraciones parece que no les ha afectado la crisis económica.
Así pues, están destruyendo la Caravaca del futuro, la ciudad que todo visitante quisiera encontrarse, con su historia y esencia, fuera de la vulgaridad urbanística de un caprichoso criterio. Ahora nos queda un espacio para olvidar a quienes pretenden pasar a la historia con esta prescindible e inquietante obra.

En Caravaca, a 09.02.10

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